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¿Qué dice la economía de datos sobre la situación de A. Latina?

El FMI prevé un crecimiento en 2021 del 4,6%, seguido de modestas expansiones del 3,1% en 2022 y en torno al 2,5% entre 2023 y 2026.

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Como preludio a las reuniones de primavera –esperemos que las últimas virtuales –el FMI publicó la actualización de sus pronósticos para la economía mundial, su quinta revisión en un año. Para Latinoamérica, el Fondo prevé un crecimiento en 2021 del 4,6%, seguido de modestas expansiones del 3,1% en 2022 y en torno al 2,5% entre 2023 y 2026. Estas proyecciones permiten estimar el impacto macroeconómico que el Covid19 tuvo en la región en 2020. Comparando el cierre del año (contracción del 7%) con las proyecciones previas a la crisis, Latinoamérica habría dejado de crecer 876 mil millones de dólares, equivalentes a casi una Argentina, o la suma de las economías de Colombia y Panamá. 

Los escenarios siguen condicionados por una pandemia que, parafraseando al escritor uruguayo Mario Benedetti, nos cambió las preguntas cuando teníamos (o empezábamos a tener) las respuestas. Así, los riesgos a la baja dependen de nuevas olas, y de la efectividad del proceso de vacunación.

Entre tanto interrogante y riesgo a la baja hay, no obstante, una buena noticia: la digitalización se reforzó y aceleró para bien. En Latinoamérica las infraestructuras de telecomunicaciones soportaron aumentos de tráfico de hasta el 60% de un día para otro. Las aplicaciones florecieron y nos permitieron comunicarnos, informarnos, trabajar y educarnos. Y los gobiernos dialogaron con las empresas con un pragmatismo inédito. Es cierto que no todo fue positivo, dado que se pusieron de manifiesto enormes brechas de conectividad y retos de competencia, pero, para aquellos conectados, la digitalización por necesidad funcionó.

Esta digitalización de nuestras economías –y de nuestras vidas– tiene un beneficio adicional, al proporcionar una fuente de datos magnífica para el seguimiento de las economías. Recientemente la OCDE comenzó a publicar el OECD Weekly Tracker of GDP growth, que evalúa la actividad económica empleando 250 categorías de búsquedas en Google, con indicadores de demanda (consumo de alimentos, bienes duraderos, vehículos), de oferta (transporte, restaurantes, entretenimiento, construcción, servicios financieros), laborales (prestaciones de desempleo, búsquedas de empleo) e incluso subjetivos (percepciones y noticias sobre crisis económica). Los datos además están disponibles con un rezago de solo cinco días, es decir casi en tiempo real.

En Latinoamérica (tomando el promedio simple de Argentina, Brasil, Chile, Colombia y México), la actividad económica en la última semana de marzo se habría ubicado según este indicador apenas un 7% por debajo de los niveles pre-covid (primera semana de marzo de 2020). La recuperación de la región habría tenido forma de logo de Nike (una combinación de las proyecciones en U y L). Así, tras la caída del 17% hasta la primera semana de abril de 2020, la recuperación habría sido dinámica hasta agosto, desacelerándose entre septiembre y noviembre, para estancarse desde entonces. Como siempre, hay que reconocer las Américas Latinas, y este promedio es la combinación de un Brasil dinámico, una Argentina más rezagada, y un pelotón en torno al promedio, con un Chile volátil, un México desacelerándose desde noviembre y una Colombia con una recuperación relativamente sólida.

La digitalización permite además mejorar la construcción de estos índices, y el indicador de la OCDE usa un algoritmo de aprendizaje automático (machine learning) para ajustarse a las series económicas tradicionales. Así, tomando a Colombia como ejemplo, la comparación con el Indicador de Seguimiento a la Economía del DANE arroja una correlación del 0.95 entre enero de 2020 y enero de 2021 (último dato disponible). Por cierto, adelantando buenas noticias, en Colombia febrero y la primera parte de marzo habrían sido muy positivos.

Desde luego, el uso de indicadores a tiempo real requiere de cautelas, especialmente en economías con un grado de digitalización medio donde algunas de nuestras actividades quedan fueran del radar digital. Pero en estos momentos de cambio rápido que tardan en ser captados por los indicadores económicos tradicionales, y de incertidumbre reflejada en constantes revisiones de pronósticos, estos indicadores proporcionan una información adicional valiosísima para ciudadanos, gobiernos y empresas.

Mirando a futuro, es clave que Latinoamérica no caiga en la fracasomania. La incertidumbre en la que vivimos y los nuevos desafíos acentuados por la pandemia deben ser una llamada a la acción. Aprovechemos la economía de los datos para mejorar nuestros indicadores de actividad productiva. Ello nos permitiría a las empresas optimizar nuestras estrategias, y a los gobiernos acomodar sus políticas públicas. Y pisemos el acelerador de una digitalización inclusiva dado que, si bien Latinoamérica dejó de crecer una Argentina, la transformación digital podría añadir dos Argentinas de aquí a 2030, según un análisis elaborado para Google. Estoy convencido de que Benedetti en esto no tiene razón, y que, si bien muchas preguntas cambiaron, la digitalización sigue siendo una de las respuestas.


Ángel Melguizo
Vicepresidente de Asuntos Externos y Regulatorios, AT&T Directv Latin America

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